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Resumen del libro «La paradoja de la globalización», de Dani Rodrik (2011)

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Resumen del libro «La paradoja de la globalización», de Dani Rodrik (2011)

Resumen original y actualizado en el siguiente link:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2020/06/la-paradoja-de-la-globalizacion-de-dani.html
Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación, licenciado en Derecho y Sociología
Sociología, globalización, comercio mundial, economía internacional
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Ficha técnica:
Título: «La paradoja de la globalización»
Subtítulo: Democracia y el futuro de la economía mundial
Autor: Dani Rodrik
Título original: «The Globalization Paradox. Why Global Markets, States and Democracy Can’t Coexist»
Fecha de publicación: 2011
Editorial en español: Antoni Bosch editor, SA, Barcelona, 2011
Número de páginas: 366
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Biografía del autor Dani Rodrik (hasta 2011 y nota del 2020)
Dani Rodrik era en el 2011 catedrático de economía política internacional en la Universidad de Harvard y ha recibido entre otros galardones el premio Albert O. Hirschman del Social Science Research Council. Es colaborador ocasional de The Economist, New York Times, Financial Times, New Republic y otras publicaciones.
En el 2020, fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales
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Texto de la contraportada
«En esta crítica incisiva, Dani Rodrik, combina el relato histórico con astutas observaciones que cuestionan la creencia de que el avance de la globalización es inevitable – e inevitablemente positivo – y argumenta que la globalización va acompañada necesariamente de tensiones muy graves.
La paradoja de la globalización plantea un tema que ha adquirido, a raíz de la crisis del euro, una candente actualidad. Se trata del conflicto entre decisiones democráticas a escala de cada nación y decisiones tecnocráticas a escala supranacional. En el libro, el autor presenta un argumento a favor de un modelo de globalización atemperado, que sea respetuoso con las democracias nacionales y que esté fundamentado en un entramado muy elemental de reglas internacionales.
Ahora que nos enfrentamos a unos desafíos globales tanto en el comercio, como en las finanzas como en los mercados laborales, la bien fundamentada propuesta de Rodrik muestra el camino hacia una prosperidad equilibrada y sostenible».
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ÍNDICE
Nuevo casting para narrar la globalización
1. De mercados y Estados.
La globalización en el espejo de la historia
2. Ascenso y caída de la primera gran globalización.
3. ¿Por qué no todos entienden el argumento a favor del libre comercio?
4. Bretton Woods, el GATT y la OMC.
Comercio en un mundo politizado.
5. Despropósitos de la globalización financiera.
6. Los zorros y los erizos de las finanzas.
7. Países pobres en un mundo rico.
8. El fundamentalismo del comercio en los trópicos
9. El trilema político de la economía mundial
10. ¿Es viable un gobierno global? ¿Es deseable?
11. Diseñemos Capìtalismo 3.0.
12. Una globalización en sus cabales
Cuento para adultos
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RESUMEN
El autor Dani Rodrik inicia el libro haciendo un repaso de la primera globalización (la del siglo XIX, que llegó hasta 1914 (inicio de la Primera Guerra Mundial)) y que se basó en la liberalización del comercio mundial (librecambio) de la mano del Imperio británico y luego secundado (entre 1860 y 1880) por los países europeos y Estados Unidos). Era un sistema basado en el patrón-oro.
En la primera época, en Gran Bretaña hubo una discusión parlamentaria entre los industriales, que querían derribar las leyes proteccionistas del cereal Corn Laws para abaratar los alimentos de los obreros y rebajarles los salarios, y los terratenientes, que querían proteger los precios altos de sus productos agrícolas. La victoria de los industriales librecambistas abrió la puerta a las importaciones de cereales de América (y otros productos). En línea con el libro Capitalismo global, los agricultores europeos se arruinaron y emigraron en masa a América. Hubo un gran movimiento de capitales mundial (del aumento del 1 % anual en el siglo XVII y XVIII, al 4 % en el siglo XIX). Finalmente, el libre cambio se fue asentado pero parcialmente, mediante acuerdos entre países para rebajar las barreras a ciertas importaciones (alcohol, manufacturas…).
En aquellos debates parlamentarios, los proteccionistas hablaron del «comercio justo» a lo que sus detractores contestaron que la palabra «comercio justo» les recuerda mucho a la vieja palabra «protección».
Otro tema que comenta el autor es que ve una correlación entre gobiernos fuertes democráticos de naciones ricas y mayor comercio mundial. Eso puede deberse a que un gobierno fuerte sabe regular el comercio y mantener cierto poder de mercado para negociar. Él mismo se negaba a creer en ello (pues se supone que el Estado no debe interferir).
Los países europeos movieron su comercio mundial, primero con las grandes compañías que operaban en Asia (India, Indonesia, China) y América (pieles de castor en Canadá) tuteladas por el gobierno inglés y holandés [y quizás español, pero no mencionan ninguna]. Las principales mercancías eran especias (clavo), opio y el triángulo tabaco-esclavos-azúcar. Después, en el siglo XIX, los comerciantes operaron amparados por el Imperio Británico, Francia y EE.UU. Fue entonces cuando comenzó la época de la «diplomacia de las cañoneras» (bombardear o bloquear a los países morosos para cobrar las deudas del comercio internacional). El Reino Unido intervino en Egipto (perteneciente al imperio otomano) para controlar sus finanzas tras varios impagos, hubo problemas con Grecia, EE.UU. reclamó dinero a la República Dominicana, y los países europeos comenzaron después a montar protectorados para cobrarse las deudas y administrar sus recursos.
El autor dice que el libre comercio se basa en la teoría de la ventaja competitiva de David Ricardo (aunque, a nivel académico, hay discusiones y matices). Se basa en que es más barato comprar bienes importados a otro país si cuesta más producirlos en el propio. La innovación tecnológica y el comercio ayudan a rebajar los costes pero tienen efectos perversos como, por ejemplo, la generación de desempleo de trabajadores que son desplazados. Y los males de la globalización siempre les toca a los mismos: a los trabajadores sin cualificación, que no pueden moverse a otros empleos. A pesar de ello, los académicos tienden a alabar el libre comercio porque es una «consigna» de cara al público.
Otra de las cuestiones que aborda es la creación del GATT (tras los acuerdos de Bretton Woods en 1944 donde los países aliados y vencedores idearon un nuevo orden de comercio internacional). Según el autor, el GATT era una especie de chanchullo que servía para que cada país comerciase con aquello que le interesase (y excluía la agricultura). Los conflictos debían resolverse por unanimidad (incluido el demandado), lo que era inviable para alegría de todos. Según el autor, los países estaban muy contentos con el GATT porque no se metía en sus chanchullos. El GATT, tras la ronda de Uruguay, fue sustituido por la Organización Mundial del Comercio (OMC) en los años 90, y que ya incluyó la agricultura e intentó hacer un comercio más global aunque ello generó protestas ciudadanas y quejas de que se estaba favoreciendo a los países más ricos, motivo por el que trasladaron el evento a la lejana Doha. Respecto a la OMC, muchos países pobres se tuvieron que atener a unas reglas y quedaron atrás respecto a China o Corea del Sur que se las saltaron en los años 80. Mientras los tigres asiáticos pudieron proteger su industria para permitirle crecer a salvo del exterior, las nuevas reglas del OMC impidieron hacer eso mismo a los nuevos socios en desarrollo, con lo que quedaron atrapados. A ello se sumaban una férrea legislación sobre propiedad intelectual, y dejaba la vía cerrada a copiar, que era el viejo truco que antes permitía crecer rápido a los países más subdesarrollados.
Empezaron a surgir voces críticas con la globalización, como la de Krugman.
A ello se añadió la inestabilidad de la libertad de movimientos del capital y de inversiones financieras (sin tasas), lo que los liberales defendían como una forma de que el mercado decidiese dónde era mejor invertir libremente, ya que el inversor era más sabio que el Gobierno. Pero estas decisiones eran muy inestables y los inversores financieros se dejaron llevar fácilmente por el pánico y retiraron millones de capital de varios países de Asia, Argentina o Rusia, dejándolos al borde de la quiebra. En algunos casos,  como Corea del Sur, eran países muy serios y con una base sólida y tardaron dos años en recuperarse; otros, se hundieron.
El autor pone que el mejor ejemplo de globalización que funcionó bien fueron los acuerdos de Bretton-Woods (1944-1973) y que ese debería ser el modelo (una economía mixta y una globalización limitada). En esencia, Bretton-Woods no imponía nada a cada país, sino que comerciaban entre ellos lo mejor posible. El autor dice que si India vende prendas textiles fabricadas por niños que son muy baratas, Estados Unidos podría vetarle su importación pero otros países no; del mismo modo, si la India quisiese vender su textil en EE.UU. debería certificar que no explotaba a la infancia. Y aclara que no es lo mismo que a determinado club te obliguen a ir de corbata que te obliguen a llevarla en todas las situaciones. Ese sería el espíritu del GATT, fomentar los acuerdos bilaterales
Bretton Woods estableció, dice el autor, una forma «superficial» de integración económica internacional, con controles sobre los flujos internacionales de capital, una liberalización comercial parcial y abundantes excepciones para los sectores socialmente sensibles (agricultura, textil, servicios) así como para las naciones en vía de desarrollo. Esto dejaba a cada país su propia versión nacional del capitalismo 2.0 (el capitalismo 1.0 es el de Adam Smith, con el Estado como «vigilante nocturno», el capitalismo 2.0 es la economía mixta de Keynes) siempre y cuando acatara unas pocas reglas internacionales sencillas. El capitalismo 3.0 intentaría hacer una economía global mixta con un mejor equilibrio entre los mercados y las instituciones que lo sustenten a escala global pero advierte que una gobernanza local es un «callejón sin salida» para la mayoría de las naciones (Dani Rodrik busca una solución mejor que salvaguarde los beneficios de una globalización moderada mientras reconoce las virtudes de la diversidad nacional y la centralidad de la gobernanza nacional)
El capitalismo 2.0 fue sustituido por la «hiperglobalización» (presión de la globalización financiera y una integración comercial profunda). Pero tenía 2 fallos: uno era pensar que se podía impulsar una integración rápida y profunda en la economía mundial y dejar que los avances institucionales llegasen más tarde. Y la otra era pensar que la hiperglobalización no tendría efectos sobre las instituciones nacionales o estos serían benignos. Las crisis, tanto financieras como de legitimidad, que produjo la globalización culminaron con el hundimiento del mercado financiero en el 2008 y dejaron al descubierto estos puntos ciegos.
El autor propone las siguientes soluciones para que la globalización se actualice como una nueva versión de Bretton Woods y que tenga en cuenta que ahora el comercio es libre, el genio de la globalización financiera se ha escapado de la botella, Estados Unidos ya no es la superpotencia económica que domina el mundo y no se puede ignorar a mercados emergentes como China o dejando que sigan siendo los que se aprovechan del sistema. Dice que no se puede volver a una mítica «era dorada» con altas barreras comerciales, feroces controles de capital y un débil GATT. Su idea es admitir que la hiperglobalización es una «quimera» y reorientar las prioridades.
Otro concepto del que habla es la «camisa de fuerza dorada» (descrito por Thomas Friedman en El Lexus y el olivo) de la globalización que consiste en imponer reglas fijas a todos los países: libre comercio, mercados de capitales libres, libre empresa y sector público pequeño. Dani Rodrik replica que «Friedman exageró las ventajas económicas de la hiperglobalización y subestimó el poder de la política. Se equivocaba al suponer que las reglas de integración profunda daban lugar a un rápido crecimiento de la economía y al tratar su camisa de fuerza dorada como una realidad fehaciente como fue el fracaso de Argentina).
Cree incluso que la globalización interfiere en las opciones democráticas al imponer estándares laborales (y reacción de las empresas a externalizar  su producción en países más baratos y laxos con la explotación infantil), competencia en el impuesto de sociedades (de momento, solo se persiguen a pequeños paraísos fiscales), estándares de salud y seguridad (hay libertad pero sin que discriminen a las importaciones), políticas industriales en países en desarrollo (la OMC deja poco margen de crecimiento para que países pobres crezcan).
A ello se suma un «trilema» (hay que elegir dos entre tres opciones: hiperglobalización (camisa de fuerza dorada), nación Estado (compromiso de Bretton Woods) y Política democrática (gobernanza global) e hiperglobalización. Su conclusión es que una globalización inteligente puede mejorar la democracia nacional.
Los principios para la nueva globalización son:
 
1) Los mercados deben estar profundamente integrados en sistemas comunes de gobernanza.
(Bretton Woods no empujó la globalización más allá de la capacidad de una gobernanza global para mantenerla. Dice que debemos recuperar ese espíritu para salvar a la globalización de sus entusiastas).
2) La gobernanza democrática y las comunidades políticas están organizadas, en gran medida, dentro de naciones Estado y es probable que sigan así en un futuro inmediato.
(Un mundo con una globalización moderada sería un lugar mucho mejor para vivir que uno atrapado en la quimérica búsqueda de la hiperglobalización)
3) No existe «un único camino» hacia la prosperidad
(una economía global que reconozca la necesidad y el valor de la diversidad institucional más bien fomentará que reprimirá la experimentación y la evolución).
4) Los países tienen derecho a proteger sus propios sistemas sociales, normas e instituciones.
(Las preguntas no se pueden dejar en manos de los tecnócratas o de instituciones internacionales. Los acuerdos internacionales deben reforzar la integridad del proceso democrático y no sustituirlo)
 
5) Ningún país tiene derecho a imponer sus instituciones a otros.
(El empleo de restricciones al comercio o las finanzas exteriores para conservar los valores y las normas nacionales debe diferenciarse del empleo de este tipo de restricciones para imponer estos valores y regulaciones a otros países).
6. El objetivo de los acuerdos económicos internacionales debe ser la adopción de reglas de tráfico para gestionar la interfaz entre las instituciones nacionales.
(Para evitar el proteccionismo descarado, habría que hacer cláusulas de no participación o de exclusión voluntaria que se negocian de forma multilateral o con salvaguardias procesales concretas)
7. Los países no democráticos no pueden contar con los mismos derechos y privilegios en el orden económico internacional que las democracias.
(Hay que aceptar las diferencias nacionales en estándares y normativas porque son fruto de decisiones colectivas aunque ello suponga una desviación de la hiperglobalización. Propone activar cláusulas o un principio de discriminación contra países no democráticos).
Uno de sus temores es que los países grandes «con poder de mercado» usen su ventaja para imponer sus reglas de exportación o importación a su antojo, en detrimento de sus vecinos. Eso es algo que ya se ve con las emisiones de CO2 para evitar el calentamiento global.
También descarta una gobernanza global (para imponer un mercado único) y pone como ejemplo el fracaso de la UE, que dejó abandonados a España y Portugal durante la crisis del 2008.
Respecto a las objeciones a estos principios, señala que primero hay que reformar el régimen comercial internacional, regulación de las finanzas globales, aprovechar las ventajas de los flujos globales de mano de obra y encajar a China en la economía mundial.
Añade que el error es pensar que la hiperglobalización es deseable y que tampoco hay que verla como un conjunto único de instituciones o una superpotencia económica principal. Se debería ver como una agregación de países dispares cuyas interacciones están reguladas por una fina capa de reglas sencillas, transparentes y de sentido común. Este planteamiento no construirá un camino hacia un mundo «plano» [nota del lector: se refiere al libro de Thomas Friedman «La Tierra es plana»], una economía mundial sin fronteras. Ve mejor una economía mundial sana y sostenible que deje espacio para que cada democracia decida su propio futuro.

Written by evpita

julio 16, 2020 at 4:17 pm

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Resumen del libro «Cambiemos el mundo», de Greta Thunberg (2019)

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Resumen del libro «Cambiemos el mundo», de Greta Thunberg (2019)

Resumen original y actualizado en:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2019/08/cambiemos-el-mundo-de-greta-thunberg.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación, licenciado en Sociología y Derecho.

Sociología, cambio climático, ecología, sostenibilidad, externalidades

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Ficha técnica

Título: «Cambiemos el mundo»

Subtítulo: Huelga por el clima

Título en inglés: No consta

Autora: Greta Thunberg

Año de publicación: 2019

Publicación en español: Editorial Lumen, Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2019

Número de páginas: 72 + 8 sin numerar

Nota: es una recopilación de discursos y reseñas de prensa

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Biografía oficial de Greta Thunberg (hasta el 2019)

Greta Thumberg es una joven activista climática  sueca. En agosto del 2018 inició una huelga por el clima todos los viernes que se ha convertido en un fenómeno global al haberse expandido de Estocolmo al resto del mundo. Se ha reunido con mandatarios europeos y ha dado discursos, escritos por ella misma en, entre otros foros, las Naciones Unidas y ante los máximos dirigentes de la Unión Europea en Bruselas. Greta ha sido nombrada por Time una de las jóvenes más influyentes del mundo y es candidata al Premio Nobel de la Paz. Junto a sus padres y su hermana Beata, es autora del libro Nuestra casa está ardiendo. Historia de una familia y de un planeta en crisis, que se prevé publicar en el 2019 en Lumen.

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Texto de la contraportada

«Soy Greta Thuberg, tengo quince años y hablo en nombre de la justicia climática. Este es un grito de socorro».

En agosto del 2018, esta adolescente sueca que se ha propuesto luchar por la supervivencia del ser humano comenzó una huelga escolar los viernes que ahora siguen cientos de miles de estudiantes en todo el mundo. En diciembre fue invitada por las Naciones Unidas a hablar en la cumbre sobre el cambio climático. Poco después cruzó Europa en tren para pronunciarse ante los líderes del mundo en el Foro de Davos: «Quiero que entren en pánico – les dijo -. Quiero que actúen como si nuestra casa estuviese ardiendo. Porque así es». Hoy Greta Thunberg es candidata al Premio Nobel de la Paz. Este volumen indispensable recoge todos sus discursos».

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ÍNDICE

– Discurso en Parliament Square. Londres, para la Declaración de la Rebelión XR, el 31 de octubre del 2018

– Conferencia TedX, de noviembre del 2018

– Del discurso en la Marcha por el Clima, Estocolmo, 8 de septiembre del 2018.

– Del discurso en Davos, del 25 de enero del 2019

– De los discursos en Bruselas y Helsinki, el 6 y 20 de octubre del 2018

– Discurso en la conferencia de la ONU sobre el cambio climático (COP24), en Katowice, el 3 de diciembre del 2018

– Un post de Facebook del 2 de febrero del 2019

– Del discurso ante el Consejo Económico y Social de la UE, Bruselas, en febrero del 2019

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RESUMEN

En agosto del 2018, Greta Thuberg inició una huelga en solitario por el clima ante el Parlamento sueco. El libro recoge sus discursos en la Marcha por el Clima de Estocolmo, en la plaza Parliament Squate de Londres (donde declaró la revolución XR), en la conferencia TedX, en la reunión Young Cop24 de Katowice ante el secretario general de la ONU, así como una charla en el foro de Davos, un post de Facebook y un discurso ante el CES de la UE. En esencia culpa a la actual generación adulta de contaminar el planeta, no hacer nada para impedir el cambio climático y arruinar el planeta para cuando ella sea mayor y tenga hijos. «A ustedes se les están acabando las excusas y a nosotros el tiempo», les reprocha a los dirigentes de la ONU. Las nuevas generaciones heredarán un escenario de pesadilla. Propone dejar los combustibles fósiles bajo tierra y centrarse en la equidad.

La autora, de 15 años, tiene diagnosticado el Síndrome de Asperger, un trastorno obsesivo compulsivo y mutismo selectivo (solo habla cuando lo cree necesario). Sus discursos son corrosivos y ataca la dejadez de los políticos ante el cambio climático. Habla de «emergencia climática» porque solo hay un margen de doce años para impedir que aumenten las temperaturas de forma irreversible. Propone reducir los viajes en avión (ella viaja en tren) y no consumir carne.

Thunber cuenta que cuando tenía 8 años oyó hablar por primera vez del cambio climático, algo que habían provocado los humanos con su estilo de vida. Le dijeron que apagase las luces para ahorrar energía y que reciclase el papel. Le sorprendió que los seres humanos fuesen capaces de cambiar el clima ya que todo el mundo hablaría de ello, pero no se oía nada y todo seguía como antes, sin restricciones para quemar combustible. A pesar de ser una crisis existencial y el mayor problema al que nos hayamos enfrentado, que incluye una sexta extinción masiva, se sigue haciendo todo como antes, indica la autora.

A los once años, enfermó y se deprimió. Perdió diez kilos. No sabe mentir y no tiene interés en el juego social. Para ella, los autistas son normales y el resto gente extraña. En el 2018, fue una de las ganadoras de un concurso de redacciones sobre el medio ambiente del diario Svenska Dagbladet. Luego, se unió a ecologistas de Fossilfritt Dalsland para preparar una huelga al estilo Zero Hour pero luego ella decidió actuar sola y el 20 de agosto se sentó sola ante el Parlamento sueco y repartió folletos. Su mensaje se hizo viral en Twitter e Instagram. Niega que haya alguien detrás de ella o que le paguen. Incluso sus padres, totalmente alejados del activismo, no la secundaron. «No he conocido a ningún activista del cambio climático que esté en la lucha por dinero», afirma. Y se dirige a los políticos: «Si ustedes han hecho los deberes saben que no nos queda otra opción». Reprocha el sistema competitivo donde la gente engaña para ganar. Prefiere cooperar y compartir de forma justa los recursos que quedan en el planeta.

Según Thunberg, países como Suecia deben empezar a reducir sus emisiones un 15 % cada año para mantener la temperatura global por debajo de 2 grados aunque el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático recomienda reducir a 1,5 grados. A partir de ese límite, se generaría una reacción en cadena irreversible que escaparía al control humano. A pesar de ello, los dirigentes políticos ni los medios de comunicación no lo mencionan ni hacen nada. A día de hoy, los gases de efecto invernadero atrapados en la atmósfera y la contaminación ya aumentan la temperatura de 0,5 a 1,1 grados (aunque dejemos de quemar combustibles).

Otro aspecto que considera que nadie habla es del «principio de equidad o justicia climática», expuesto en el Acuerdo de París, para que los países ricos reduzcan sus emisiones a cero entre seis y doce años para que los pobres puedan mejorar su nivel de vida construyendo sus infraestructuras (carreteras, hospitales, centrales eléctricas) que los países ricos ya tienen.

Dice que si nadie hace nada no es por maldad sino porque la gente no tiene ni idea de las implicaciones en su vida diaria. No hay consciencia de que urge un cambio, dice la autora. La realidad es que no hay señales visibles como ciudades inundadas ni países reducidos a escombros. No solo nadie hace nada sino que los climatólogos y ecologistas siguen viajando en avión y comiendo carne y lácteos.

Una de las claves de sus discursos es esta frase: «Si vivo hasta los cien años, en 2103, pero ustedes no piensan en un futuro más allá del 2050. Yo no habré vivido ni la mitad de mi vida y ¿qué ocurrirá después?». Añade que quizás, en el 2075, sus hijos le pregunten por la generación de sus abuelos, los que en el 2018 estaban aquí, por qué no hicieron nada cuando todavía había tiempo para actuar. «Lo que hagamos o dejemos de hacer ahora afectará a toda mi vida y a la de mis hijos y nietos. Y lo que hagamos o dejemos de hacer ahora ni mi generación ni yo misma podremos deshacerlo en el futuro», recalca.

Por dicho motivo, se declaró en huelga estudiantil ante el parlamento sueco. La autora se burla de quienes le aconsejan volver al colegio o convertirse en climatóloga para resolver la crisis climática. Cree que los niños que faltan a clase por la huelga por el clima son un movimiento global al actuar todos juntos. Añade que las ideas motivacionales como proponer placas solares, energía eólica, economía circular, etc… «no funciona» porque las emisiones no han disminuido. Más que esperanza pide acción como poner leyes para reducir el uso de cien millones de barriles de petróleo al día. Dice que las reglas tienen que cambiar.

La autora avisa de que, según Johan Rockström, hay tres años de margen para revertir el aumento de emisiones de gas de efecto invernadero para alcanzar los acuerdos de París (solo tienen un 5 % de posibilidades de lograrlo). A pesar de ello, siguen aumentando las emisiones.

Comenta que en Suecia viven como si tuviesen los recursos de 4,5 planetas (En España es 2,3), por lo que le está robando a las generaciones futuras los recursos de 3,5 planetas. Quiere que esto se pare ya, es un grito de socorro frente a la palabrería hueca. Se queja de que los políticos la ridiculizan y la llaman «retrasada, arpía o terrorista» y se queja de que la prensa mira para otro lado. Les advierte de que «el futuro de las próximas generaciones recae sobre sus espaldas».

Otro de los discursos, como el de Davos, se centra en el hecho de que «nuestra casa está ardiendo», título de su próximo libro. Dice que según el IPCC, en menos de doce años ya no podremos corregir nuestros errores y hay que reducir las emisiones de CO2 al 50 % (sin incluir la cuestión de equidad entre países ni la liberación de gas metano en el permafost del Ártico generado por un efecto de retroalimentación al haber mayor deshielo. Por contra, sí incluye tecnologías de absorción de gases que ni siquiera están inventadas ni desarrolladas a escala planetaria). Advierte que «nos enfrentamos a una catástrofe que traerá consigo un sufrimiento indescriptible para una cantidad enorme de personas». Añade que «resolver la crisis climática es el mayor y más complejo desafío al que el Homo Sapiens se ha tenido que enfrentar». Pero la solución la entiende hasta un niño pequeño: detener las emisiones.

Añade en Davos que «nuestro presupuesto de carbono» se está consumiendo a toda velocidad y debería convertirse en la nueva moneda global y centro de la economía. Cuanto mayor sea la huella de carbono de un país, mayor será su deber moral. No quiere esperanza, «quiero que entren en pánico y que sientan el miedo que yo siento todos los días y que actúen como si nuestra casa estuviese ardiendo».

En otro discurso, habla de las medidas de presión con huelgas estudiantes ante edificios gubernamentales para lograr los dos grados. Se niegan a estudiar por un futuro que podría dejar de existir y que nadie hace nada por salvarlo y cuya educación y retos científicos no significan nada para los políticos. El silencio es lo peor de todo. Cada persona cuenta, como cuenta cada emisión y cada kilo.

En otra charla, en la ONU, culpa nuevamente a los políticos de «habernos fallado» durante los 30 años que los climatólogos advirtieron de la crisis en ese foro mundial. Hablar del eterno crecimiento económico verde es otra de las malas ideas de los políticos, que le están dejando la carga a sus hijos. Lo único sensato es echar el freno de emergencia. «Estamos a punto de sacrificar nuestra civilización por las oportunidades de ganar enormes cantidades de dinero para un reducido número de personas y sacrificar la biosfera para que algunos países ricos como el mío puedan vivir con lujos pèro es el sufrimiento de muchos el que costea esos lujos», dice.

Ante el CES de Bruselas, critica que la UE proponga un nuevo objetivo de la reducción del CO2 al 45 % de lo que había en 1990 en el 2030 pero ella dice que «no basta» para proteger el futuro de los niños y niñas que están creciendo hoy. Habría que reducir vuelos comerciales y transporte marítimo. «Una vez más esconden su desastre bajo la alfombra para que nuestra generación lo limpie y lo solucione», dice. Y recalca que «Si insisten en que estamos malgastando un valioso tiempo de clase, permítanme que les recuerde que nuestros dirigentes políticos han malgastado décadas con su negación e inactividad». Termina diciendo: «Hemos empezado a limpiar su desastre y no pararemos hasta que hayamos acabado».

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Written by evpita

julio 12, 2020 at 9:01 am

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